Hoy cumplo 11 semanas en casa. 77 días. En estas semanas cumplí 42 años.
El mundo entró en pausa gracias a un (ahora célebre) virus llamado SARS-CoV-2 que en los humanos desarrolla una (ahora temible) enfermedad llamada Covid-19, que en su más espantosa manifestación, meterá a tu sistema respiratorio en tremendos aprietos hasta llevarte a la posibilidad de la muerte, o no.
Aún no descifro qué hacer con esta temporada de encierro. No he podido aún entender qué es lo que está sucediendo, mucho menos para qué.
He atravesado desconcierto, incredulidad, arrogancia, miedo, paz, encanto y desencanto. Incertidumbre. Hambre no, afortunadamente, aún no.
El mundo está cambiando. La manera en que los humanos interactuamos y convivimos, está cambiando. De la novedad a la paranoia, al absoluto extremo de desolación y creatividad. La experiencia humana ha cambiado inevitablemente de rumbo y de sabor.
No sé quién, además de mí, sigue bailando en la pendeja. ¿O será que nadie aún entiende qué está pasando pero nadie lo acepta? El encierro en casa se ha ido transformando en una terrible arma de doble filo con la que algunos hemos logrado gozar de una idílicas semanas de transformación, mientras que otros solo hemos logrado sumergirnos en el pantano inmundo de lo desconocido, sin transformarnos en nada, sino solo acrecentando nuestros más profundos malestares.
¿Será que en la más fiel actuación del estereotipo humano, hemos decidido atravesar esta pandemia haciéndonos creer unos a otros que "hemos aprendido la lección", que "no hay mal que por bien no venga", que "saldremos adelante" y otra absurda tonelada de frases vacías y románticas en las que el humano ha aprendido a depositar su necesaria positividad?
¿O será que empezaremos a reconocernos débiles y tontos, para poder entonces realmente forjar cambios desde lo más profundo?
Los poderosos seguirán oprimiendo, los valientes seguirán siendo punta de lanza, los indómitos continuarán sus quejas, los oprimidos seguirán sufriendo. ¿Será que sí cambiará el mundo y la humanidad tras esta pausa? ¿O una vez más solo nos están vendiendo la idea? ¿Será esta solo una anécdota más que contaremos generación tras generación, cada quien desde su experiencia, aderezando claro, con diversas narrativas que perdurarán hasta el fin de los tiempos?
Yo aún no decido que haré con esto.
No he entendido aún qué trato merece esta pausa ni qué significado estoy dispuesta a darle. No he sabido si alegrarme o si perpetuar el miedo. No he sabido si retomar mis rutinas o instalarme en el nuevo quehacer diario. Ni siquiera he podido decidir si el uso de cubrebocas me parece ridículo o necesario. No he podido entender cómo retomar la actividad económica, no he sabido elegir con qué me quedo y qué dejo ir. Parece que no he entendido nada. O no he recibido aún toda la información.
Supongo que la pandemia aún no termina para mí. Sigamos en el encierro. Que la humanidad haga pausa indefinida por favor, porque yo, yo aún no entiendo nada.
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