Tengo ganas de decirte que te quiero. Tengo ganas de hacerte entender cuántas veces he soñado con que me hagas el amor en medio de una tormenta, con la música más cursi de fondo.
Cada vez que te veo, dejo a mi mente divagar.
Pocas historias cuentan la verdad, y esta no será la excepción, solo que ahora yo nombro a los personajes, yo los desvisto y yo soy quien dice cómo funcionan las cosas.
Cada vez que pases por aquí (como quien pasa por las armas) no tendrás ruta de escape, tendrás solo derecho a unas cuantas palabras finales y quizá a alguna confesión de última hora, pero no habrá manera de que logres cambiar el desenlace final. Por eso hoy te digo que te quiero, para que cuando ya no estés más, no pases de largo creyendo que nunca nadie ta amó. Te ves tan solitario que pareces resignado a invertir por siempre tus monólogos en el reflejo de tu propia imagen, y por eso te lo digo bien y varias veces, te quiero, me importas, me das ganas, invento historias de tí en mi cabeza, me gustas tanto como para estar hoy aquí, rebuscando en mi memoria tu olor que jamás he percibido. Anda, dedícame ahora una conversación entera, quiero darte nombre, quiero darte cabida en mi cerebro, quiero hacerte mío y que pertenezcas a mi gran acervo de relaciones interpersonales. Quiero agregarte a mi lista de hombres devorados y convencidos. Quiero que seas el que lleve una anotación al margen por haber sido el mejor amante y el peor confidente.
Anda, despierta.
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