Monday, February 16, 2009

me asomo por la ventana y veo el reloj

Es temprano. Esoy sentada en esta silla giratoria que con su ergonomía garantiza que no me dolerá nunca nada. Miro alrededor y la luz nítida y limpia entra através de la persiana de la ventana que da hacia el mar. Todo es un perfecto silencio. Parece que nadie ha venido a trabajr hoy. Prendo la computadora, cambio mis zapatos por unos altos tacones que me crecen la altura y veo el reloj. Estoy a tiempo.

Me asomo por la ventana esperando verte pasar. Me asomo bien. Veo la imagen conocida, nada fuera de lugar. Te busco. Sin querer detengo la mirada y la fijo en algunos puntos con las ganas de encontrar tu silueta andando y no estás.

Yo sé bien en dónde estás. Estas guardado en tu cama bajo una pesada cobija que te recuerda mi olor. Estás probablemente buscando quién se atore en tu talón, quien te abrace, quien te ame.

Llega el momento de trabajar. Con mi modos automatizados consigo ejercer mi usual encanto y libro mis deberes con tanta gracia que nadie podría siquiera imaginar que sigo pensando en tí, en verte llegar. Avanzan cada vez menos silenciosas las horas y vuelvo a asomarme por la ventana. El mar ha tomado su usual color intenso, la luz refleja invierno, el aire se ve limpio... y no estás.

Sigo poniendo atención a los sonidos de afuera, quizá con atención podré escuchar tus pisadas en la escalera mientras subes para encontrarme. Veo (otra vez) el reloj, y ha pasado tanto tiempo sin verte que ya no sé si es el mismo día hoy que ayer. Ya no es tan temprano y yo sigo aquí sentada esperando (cada vez más) a verte llegar. Cómo te extraño, cuánta falta me haces. Cómo transcurre el tiempo. Me pregunto si realmente estoy a tiempo.

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