Regresar a los básicos. Tocar fondo, ver por la ventana y admirar la indiferencia del cielo que no otorga sombra ni tregua. Suspirar profundo hasta hartarse de frustración. Sentir desesperanza. Ahogarse de coraje. Gritar profundo, dejar que nos estallen los ojos, los pulmones, las ideas. Suspender al mente por un instante y pretender que nada sucede. Imaginar que el tiempo no corre.
Respirar.
Ver a los ojos, a los propios, a los ajenos.
Desear estar en otro lado. Del otro lado.
Y luego, en un instante, regresamos a los básicos respirando profundo y escuchando con atención.
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