Como se sabe, mucha gente festeja de lo lindo esto de los XV años... de lo lindo quiero decir... EN GRANDE... en serio, MUY GRANDE. Al llegar al lugar quedamos sorprendidos de la decoración, la iluminación, el vestuario de todos aquellos involucrados con el baile, le presentación y demás. Todo estaba perfectamente coordinado, la familia de la festejada, perfectamente feliz y la mamá (cual madre orgullosa) nerviosa y con las emociones a flor de piel.
Poco a poco fueron transcurriendo una serie de eventos y anuncios que nos acercaban al momento culminante de la noche: el baile de la quinceañera y sus chambelanes. Para esto la quinceañera pasó varias semanas practicando la coreografía, eligiendo la música y pensando cada detalle de este momento tan especial, y previa presentación de la señorita y sus compinches dió inicio el baile que con meticulosidad fue preparado para el deleite de todos los presentes (y las lagrimitas de la mamá, las tías, las comadres y la abuelita). He aquí la evidencia...
Por supuesto que mientras grababa a los guapos chambelanes y a la deslumbrante quinceñera, no podía yo hacer más que pensar cuán feliz estaría la familia de la adolescente y cuán envidiosa me sentía yo de no haber vestido nunca un vestido así o de haber sido mis quince primeros años de vida motivo suficiente para un alboroto de semejante magnitud. La verdad es que envidié la sonrisa de la chavita, y me enamoré de la forma en que su papá la miró a los ojos cuando la abrazó al recibirla de brazos de su chambelán de honor.
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Finalizado el ritual dancístico, limpiada la lagrimita en la comisura del ojo y rcuperada la compostura, procedimos a cenar una deliciosa birria con sopa fresca y frijoles... ¡Salud por la quinceañera!
P.D. Ahora solo quiero tener una hija pa hacerle su fiesta de quince años jijijiji...
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